CAMISETAS MOJADAS
“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.”
Oscar Wilde. (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.
Se trata de vivir la vida, por lo que las vacaciones en familia, son ese motivo (para la mayoría que trabaja) de hacerse espacio en ella; ese en el que dices: “dejo de vivir para trabajar, y ahora si disfruto de lo trabajado para vivirlo”
La posición privilegiada de Guadalajara, nos permite tener destinos turísticos a menos de tres horas, Tapalpa, Mazamitla, Chapala, Puerto Vallarta, toda la Riviera de Nayarit, Manzanillo, Mazatlán, este fue el destino de mis últimas vacaciones. La verdad encuentras de todo en estos puntos, desde impresionantes hoteles de alto turismo, pueblos mágicos catalogados como patrimonios de la humanidad, pequeños hoteles boutique; variedad para todos los bolsillos y gustos, lo mismo que gastronomía y servicios. Mucha gente tiene allí, casas de descanso o departamentos, así que en vacaciones y feriados se llena al punto de colapsar las carreteras de regreso, que por cierto, son hermosas. Se abren entre la selva, donde vas viendo como los árboles se juntan formando túneles, con lianas colgando de la vegetación, no falta niño que pregunte si allí vive Tarzán. Al margen de esas carreteras está escondida la vida que disfrutas, por dos noche, tres, una semana, un mes al lado de tu familia. En esos lugares fuera de la rutina, es donde recuerdas lo que hiciste para vivir y olvidas lo que debes hacer para sobrevivir.
Así que desde hoteles de lujo, hasta meternos en un pueblillo a comer una langosta por 100 pesos, fue que gozamos el fin de semana. Nos sentamos, en una palapa, en lo que yo llamo "esto es México", en unas sillas de plástico de esas que consigna la cervecería "Corona", con los pies en la arena, bajo una mal hecha palapa, comiendo langosta por ese precio, con música en vivo; el mariachi aquí bajó hasta la playa, violines, trompetas...y camisetas mojadas. Veíamos como bajaban los autobuses con padres, hijos, suegros, primos, amigos, perro, gato, gallina, la novia, el novio, el compadre, la comadre...todos con camisetas igual que las sillas "Corona", y así, de camisetas se meten a la playa, escuchan al mariachi, mientras sacan las tortillas, las ponen en un anafre que no sé cómo logran encenderlo en la playa, y allí se preparan tacos...de langosta.
Así pasan el día las familias enteras. La mayoría no saben nadar, por lo que la cantidad de flotadores y hasta llantas es impresionante. Terminando, pensaría cualquiera que queda todo un asco, pues no, cada quien recoge absolutamente todo, clasifican la basura, las dejan en los contenedores y se suben al camión de regreso a sus pueblos… La playa queda intacta. Nuevamente desierta y casi virgen, las dejan con minucioso cuidado igual que como la encontraron, con el mismo respeto como lo han hecho en miles de años, antes de que llegara el extranjero con bronceadores a ensuciarlas.
No tiene caso que te cuente de los buenos hoteles y restaurantes, esos por los que alguna gente siente que vale la pena vivir, ¿como si no es para disfrutar de los lujos que te da la vida? Quería hacerte una estampa de como disfruta el que no puede pagar por una hotel, o tener su departamento o casa de descanso, el que quizás por primera y última vez ve el mar. Contarte como una señora se quitó sus guaraches, dobló sus pantalones y bajó despacito hasta la orilla, entre las porras de su familia a grito pelado, "La Abuela, La Abuela...Doña Rosa , Doña Rosa...", dejó que las olas mojaran sus pies, con una sonrisa de niña guardada y a sus años aún la inocencia en la mirada; era la primer vez que tocaba el mar, "Ya ve a´ma, le dije que la iba a traer...verdad que ta bonito a´ma..."
La abuela, Doña Rosa, se agarró fuerte del brazo del hijo, con toda la familiada por detrás, pisó con regocijo la orilla del agua, se agachó y puso en una botella de Coca-Cola según dijo… "Un pedacito del mar, pa no olvidarlo más"...mientras todos le aplaudían.
Trato de enseñarles a mis hijas a vivir lo mejor de la vida, llevarlas a los selectos y más caros lugares, pero también les enseño que no solo hay que vivir para esto; vivir es convivir, es conocer a la gente, aprender de todos; desde chicos saber que es igual de divertido jugar con el Canadiense del hotel, o el indígena de la playa pública; esos contrastes son los que le dan sabor a la vida. Estacionar tu buen carro al lado de una camión destartalado, atiborrado de gente, sin miedo a que te lo roben, o te lo rayen, porque no los ves por encima, porque llegas a la misma playa, porque aplaudes a Doña Rosa y te emocionas tanto como su hijo, eso es enseñarles a vivir el mundo a tus hijos, mostrarles el valor de la cosas reales y no materiales, es dejarlos que descubran que pueden ser felices con mucho o poco. Porque para la vida, para disfrutarla, puedes hacerlo con el traje de baño más caro, y si no tienes con la camiseta mojada...total el mar que te refresca y el sol que brilla es el mismo para todos, los que quieren vivir la vida.