Abrasaría más a quienes poco he abrazado, lloraría menos a quienes mucho he llorado.
Cantaría sin importar quién me escuche, bailaría sin importar quién me mira.
Me quitaría los tacones para cumplir descalza todas mis misiones.
Escribiría una carta por día sin cuidar formas y armonías.
Aprendería a perdonar, olvidaría cuestionar.
Plantaría flores y nunca las pondría en jarrones.
Miraría a los ojos y sonreiría alegremente, para entre miradas y carcajadas quedarme perpetuamente.
Vestiría un blanco vestido que cada noche lavaría, con la luna secaría y al nuevo sol me pondría.
Esperaría la luna al amanecer y el sol al anochecer.
Correría hasta encontrar mi descanso, me sentaría hasta encontrar mi fatiga.
Gritaría fuertemente, para escuchar débilmente mi silencio.
Me sinceraría con desconsuelo, con quienes mentí por consuelo.
Encontraría un alivio sosiego a mi fatigado ajetreo.
Diría sin fundamentos lo que realmente siento.
Soltaría suavemente todo lo que me sostuvo con fuerza.
Cerraría mis ojos para vivir brevemente, los abriría para soñar eternamente.
Dejaría de buscar con desasosiego a Dios en mi vida, porque a mi muerte con sosiego lo encontraría.
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