sábado, 28 de enero de 2012

EL INTOLERABLE DOLOR HUMANO

Ya no hay porque sufrir en un parto ese dolor tan placido de sentir una vida dentro al momento de su nacimiento, una satisfacción antigua que pocas mujeres actuales conocen. Los pequeños pies, sus manitos intentando salir del vientre, queriendo ver la luz, un caos entre molestia, emoción, espera, angustia, gritos y fuerza, la de dos seres luchando por contemplar juntos el mismo albor.    Luego el sosiego, la calma del llanto, la alegría de las lágrimas, el dolor que olvidas rápidamente.
En estos tiempos nadie padece el dolor de una enfermedad; ese que te fortalece y obliga a detenerla, a luchar contra ella ¿cómo hacerlo si no la sientes, si no te duele? El dolor es inevitable, el sufrimiento, es cada vez más opcional de detenerlo alopáticamente. Y así avanza el terror del cáncer carcomiéndote sin que lo sientas, sin escuchar lamentos ni quejas, un invasor victorioso, que logra sublevar a cualquiera, un calvario mental mientras no sentimos las punzadas físicas.
¿Y el dolor del alma? A ese también le ponemos bloqueo cuando se quiere asomar a la luz. Nos provoca el mismo pánico que el dolor del parto, no lo conocemos y aun así preferimos evitar sentirlo, deseamos quedarnos solo en el engañoso deleite, el ilusorio bienestar o el efímero placer de la felicidad. Si por un momento este tipo de dolor al percibirlo en vez de detenerlo intentáramos luchar junto a él, aprenderíamos que tal vez este también se olvide rápidamente.
Ese dolor inevitable que optamos por no sufrirlo y al menor padecimiento o tortura lo evadimos con rutinas, vicios, llenándonos de distractores materiales, que te alejen por un instante del suplicio del alma, ese sin darnos cuenta dejamos que también nos consuma, y que junto a los miedos nos invada por dentro.
Deberíamos dejar de ver el dolor como un enemigo o un mal, de resistirnos a él y ocuparnos por entender que es una defensa natural necesaria para fortalecernos, si pensáramos que conocer el dolor es librarse de él, que solamente reconociéndolo es que no lo padecemos, tal vez así, sufriríamos menos.


viernes, 6 de enero de 2012

EL REGALO DE LOS REYES MAGOS

En la vieja casona amarilla dormían zapatos en el patio, uno al lado del otro, esperando la llegada de los reyes magos. Algunos primos juraban haber visto la pata del elefante, otros encontraban pelo de camello, descubríamos jeroglíficos firmados por Melchor, Gaspar y Baltazar.
Los cuencos que habíamos llenado con agua para los animales, quedaban regados junto a las migas de galletas que les dejábamos para que los cansados reyes comieran.
No tenía idea de cómo lograban llegar hasta allí, si era por la chimenea como Santa Claus (aunque imaginaba al elefante atorado en ella) o tal vez por la ventana, quizá tenían una llave silenciosa mágica, o simplemente aparecían ¿eran magos no?, lamenté mucho tiempo no tener un perro que les ladrara cuando los escuchara. Como no tenía quien me avisara, intenté infructuosamente permanecer despierta varias veces, para lograr verlos. Al día siguiente amanecía ansiosa, más que por los regalos, por saber si habían llegado, si se habían comido lo que les dejamos preparado, si alguna pista de su visita habían dejado.
Hoy me preguntaste - ¿Mami cuando tú eras niña existían los reyes?
Los reyes de mi infancia, eran diferentes a estos que hoy te visitan, existieron en todas las épocas y seguirán existiendo,  a mis reyes les guardo un enorme cariño, hicieron muy bien su trabajo, ¡tardé tanto en descubrirlo! No recuerdo sus regalos, pero si su presencia.
Quizá ahora no lo entiendas pero algún día podrás revelar su misterio cómo ahora yo lo hago, entonces podrás ver la verdadera magia que te ayuda a buscar el detalle que tanto esperan, sentirás la emoción de regalar ilusión, de convertirte en invisible para no hacer ruido, de sentarte a comer las delicias de un rey, y a la mañana siguiente obtendrás los regalos más hermosos que un soberano pueda recibir. Alguien vendrá a despertarte pidiéndote que te apures a levantarte porque los reyes sí llegaron, sólo entonces recibirás el verdadero regalo de los reyes magos, este viene envuelto en forma de inocencia y en caritas de ternura.
No dudes nunca que existen, están dentro de ti,  por ahora no podrás verlos, porque eres niña y ningún niño en el mundo a logrado verlos, pero crecerás y el día llegará, lo sabrás una noche, entenderás a la mañana siguiente cuáles eran los verdaderos regalos que te tenían guardados y esos jamás los olvidarás.