lunes, 24 de septiembre de 2012

ESTACIONES


 
Nadie nota los astros helados.

Caen suaves llenando el estanque lejano, donde nada logra huir atrapado bajo el cristal de un reciente dolor de cielo con sabor a tierra seca en al boca, al filo del sueño frio recién caído del firmamento en forma de estrellas de hielo, paisaje que yo admiro de lejos.

Van mezclándose con el aire obligan a atacar con abrigos, tapan las bocas con lana entre olores de madera y vinos tintos, llenan las esquinas de ganas de vivir bajo el hielo como en un cercano sueño de calles dobladas de quietud de gente y desbordadas de quejas de ojos  ajenos.

Nadie nota los arcoíris tibios.

Rompen  fuerte el hielo con suaves pétalos  cargados de colores de fuego para aquellas miradas de descanso blanco llenas de ansia, absorben como esponjas las almas grises del invierno esos pequeños tallos salientes del cielo pálido pintado de desierto, paisaje que yo admiro de lejos.

Van perdiéndose con la tierra obligan a agredir con sedas, adornan  las cabezas con linos entre aromas de flores y blancos vinos, llenan las esquinas de ganas de vivir bajo el color como en un lejano sueño de calles dobladas de movimiento de gente y desbordadas de cantos de ojos ajenos

Nadie nota los cielos ardientes.

Destrozan estruendosos  la tierra colándose atrevidamente entre tejados calientes, resbalando por ellos con osado descaro, dejan en todo el que tocan un color dorado, regresan el agua al cielo que bajan en incitantes noches como gotas que recorren los cuerpos, paisaje que yo admiro de lejos.

Van encontrándose con el agua obligando a atracar con piel, desnudas las almas perfumadas de olor a hormonas y espumantes vinos, llenan las esquinas de ganas de vivir bajo el sol como en un latente sueño de calles dobladas de calma de gente y llenas de silencios de recuerdos ajenos, paisaje que yo admiro de lejos.

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