martes, 17 de abril de 2012

LA CONQUISTA

Legada la tarde se empezaba a preparar para verla, elegía con cuidado la ropa que sabía le gustaba más, después de una buena ducha,  se perfumaba con la colonia que ella le encantaba, con esmero frente al espejo pasaba el peine mientras ensayaba  las miradas que le lanzaría.

Tenía una libretita con frases tachadas que intentaba no repetir:

- “Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo” esta ya. “Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?” esta uy, con está casi muere, mejor no. “El amor puede esperar todavía cuando la razón desespera.” esta es la de hoy. Palomeó la frase, se puso su abrigo, metiendo la libreta en el bolsillo y salió como cada tarde a su encuentro.

Camino a verla, cortó con cuidado de que no lo vieran, una rosa del rosal de la vecina. Mientras apretaba el paso, ensayaba en voz alta junto con la frase del día cada palabra que le diría.

-Hola linda, que hermosa estás hoy, que lindo te sienta ese color. Que delicioso tu perfume, ¿puedo oler tu cuello? ¡Sí! y mientras lo hago le lanzó la frase “El amor puede esperar todavía cuando la razón desespera”-

Toda esa preparación tenía solo un cometido y era que ella cediera, a veces lo lograba, otras no.

Pero cuando lo hacía valía la pena, aunque al siguiente día ella no recordara en el asilo que aquel quien la visitaba seguía siendo su marido.

DESEO EN LA PIEL


Él sabía que la vida no lo había agraciado precisamente como un hombre guapo, ni con una postura social distinguida, es más ni labia tenía el pobre. Había llegado al mundo sin armas para la conquista, para colmo la mujer que añoraba era no solo hermosa, pertenecía a una clase alta y si algo le sobraba entre tanto atributo, era justamente verbosidad.


Pero la suerte llega una vez en la vida y ese día era su turno.

Como cuento de Sherezada, caminando por la playa, mientras se lamentaba de su destino, una botella rodó a sus pies, en ella había un genio. En ese instante aquel hombre supo que si liberaba al genio, este le podía hacer realidad tres deseos, al menos eso decían los cuentos, pero él solo anhelaba una cosa en este mundo, solo algo quería en la vida y era de alguna manera estar siempre al lado de aquella amada, que ni siquiera lo miraba, deseaba no separarse jamás de su lado, vivir y morir con ella, quedarse para siempre unidos, dormir en su lecho cerca de su pecho, sentir que era suya y él parte de ella, fundir su alma a su cuerpo, estar donde ella esté… ¡Quiero ser eternamente parte de su piel!

-¿Podrás Oh, genio concederme ese deseo? Nada más que eso pretendo, ni riquezas, ni poder, solo estar para siempre en su piel.

El genio al verlo supo que ni con un hechizo lograría que se enamoraran de aquel desafortunado, torpe y grotesco hombre, pero conmovido, ante tal amor, le concedió su único deseo, que una dermatóloga se encargo de romper quitando de la piel de aquella hermosa mujer, un horrendo lunar.

LA CITA


Era en la tarde, en la casa del bosque, allí lo esperaba con un ajustado vestido rojo, sus enormes ojos muy bien maquillados, el carmín de su boca la hacía ver mas apetitosa, colgó unos pendientes en sus orejas para que se vieran mas bellas, moría de ansia y deseo por que aquel feroz, tan masculino, de vos aguda y ronca, le preguntara:
           -¿Para quién son esos ojos tan bellos? Lo imaginaba casi jadeando en su oído. Uy ¿y esas orejas tan suaves?, bajando por el escote del vestido, metiendo sus enormes manos allí y besando desesperado su boca, ¿Y esta boca tan grande para que es?.

El deseo le recorría todo el cuerpo imaginando el momento, cuando escuchó que golpeaban la puerta.
Se apresuró a acomodar su vestido, encerró a la abuela en el armario y abrió la puerta. Esta vez  era ella la que al leñador vestido de lobo se comería.

CROMOSOQUISMO


                                          

 
Cansada de esperar a su príncipe azul, salió a buscarlo en todos los pantanos de las cercanías.

Juraba a quien se encontraba, que algunos sapos eran realmente azules como los árboles y no verdes como el mar. Le costaba un poco de trabajo atraparlos, pero con el tiempo había aprendido tácticas que los atraían y ¡zaz! es sus manos caían. Al principio claro que le daba asco, pero la esperanza de verlo convertido en su sueño dorado,¿ o era plateado?, borraba toda repulsión.

Entrecerraba sus verdes ojos,  que en realidad eran azules, acercaba sus labios y los besaba, esperando el estallido de estrellas, el giro de viento, que el sapo se elevara y bajara a su brazos convertido en príncipe, al menos eso pasaba en los cuentos.

Había perdido la cuenta de cuantos besos dio, pero nada la haría renunciar a su fe ciega, de que en algún sapo el príncipe existía y que aquellos cuentos que decían: “Solo con el beso del verdadero amor de una princesa se romperá el hechizo”, se haría realidad.

Todo fue en vano, perdió una vida besando raras especies, ignorando que era, cegatona, daltónica y  no era princesa.



VERDADERA AMISTAD




Se dormían temprano, con la esperanza de que pasara rápido la noche y con el día empezaran las travesuras. Apenas amanecía corrían a encontrarse en la playa.
Sin duda aquellos chiquillos eran los mejores amigos que podían existir, tenían una especie de código para hablarse que los unía y separaba del resto de los niños, que no los entendían y jamás los integraban a sus juegos.  Entre sus diversiones favoritas estaba fingir que razonaban como los adultos imitando sus actitudes, claro, sin que estos lo notaran. Podían pasar horas platicando y riendo
El verano terminó, uno de ellos debía regresar a la ciudad con su familia. Al despedirse sellaron una promesa, de una u otra forma algún día se volverían a ver.
El tiempo pasó, ambos crecieron,  se dieron cuenta de que eran imaginarios y no pudieron verse nunca más.