Era en la tarde, en la casa del bosque, allí lo esperaba con
un ajustado vestido rojo, sus enormes ojos muy bien maquillados, el carmín de
su boca la hacía ver mas apetitosa, colgó unos pendientes en sus orejas para
que se vieran mas bellas, moría de ansia y deseo por que aquel feroz, tan
masculino, de vos aguda y ronca, le preguntara:
-¿Para quién son esos ojos tan
bellos? Lo imaginaba casi jadeando en su oído. Uy ¿y esas orejas tan suaves?,
bajando por el escote del vestido, metiendo sus enormes manos allí y besando
desesperado su boca, ¿Y esta boca tan grande para que es?.
El deseo le recorría todo el cuerpo imaginando el momento, cuando
escuchó que golpeaban la puerta.
Se apresuró a acomodar su vestido, encerró a la abuela en el
armario y abrió la puerta. Esta vez era ella
la que al leñador vestido de lobo se comería.
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