Todo lo que escribo aquí viene de muy dentro, y corre por mi cuerpo como letras por mis venas... Cecilia Paradis.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
UNO y UNO
La fila es larga, y una luz roja la detiene.
Una Señora en una enorme camioneta se para frente a mí. Desde mi ángulo puedo ver un bonito perfil, ¿me dejará pasar? Seguro si, se ve una persona educada, solo necesita girar la cabeza y voltear a verme para poder pedirle el paso. Señora, voltee… por favor voltee… puede voltear a verme siquiera por un momento. Se acomoda el pelo detrás de la oreja, mira por el retrovisor hacia atrás y baja la vista, prende el radio y se mueve dentro del carro. Si tan solo volteara a su derecha,un instante que me viera. Nada, no creo que siquiera sepa que está tapando el paso.
Luz verde, los carros avanzan. Van pegados unos a los otros, en una velocidad continua queriendo ganarle al alto. Que alguien me voltee a ver y me sedan el paso, solo una persona. Avanzan rápido. Rojo…y me cierran el paso. Tranquila…respiro. Ahora es un señor, su perfil es algo tosco, pero es un hombre tengo más posibilidades, quizás aún existan caballeros y me deje pasar. ¿Tendrá este señor la cortesía de mirarme por un segundo para pedirle el paso? Voltee, voltee, voltee… no lo hace. Mira fijo la luz roja, como si al hacerlo más rápidamente se cambiara al verde. ¿Cómo puedo llamar su atención? Y si toco el claxon? ¡Ay voltee por favor!... nada. Suena el claxon y en un gesto despectivo finalmente me mira y mueve la cabeza de un lado al otro enfatizando un NO. ¿Un momento por qué me mira así?, no he sido yo la que tocó el claxon, fue el de atrás mío el que lo hizo. La imagen del retrovisor me devuelve una cara tensa insistiéndome con una mano que avance y tocando nuevamente el claxon. ¿Qué pretende que haga? ¿Qué me brinque a todos los carros? ¿No está viendo que no me dejan pasar?
Avanza, avanzan,… ¡Ay! déjenme pasar, y usted el de atrás deje de tocar ese maldito claxon, que lejos de ayudarme solo me pone más nerviosa. Hay un espacio, acelero… ¡freno!, estás viendo que quiero pasar y aceleras, y tu si me vuelves a tocar ese maldito claxon…
Pasan muy rápido uno, otro, y otro, muy pegados, acelero un poco, otro poco. Luz roja, otra vez ¡no! ahora no, tres veces no. Perdón, lo siento. Me atravieso y quedo a mitad de la calle. Por el otro carril los carros que doblan, lógico, no me dejan pasar. ¡Por favor déjenme pasar! Acelero un poco, ¡ay no seas así! Si me estás viendo, déjame pasar. Suena el claxon, y no es uno, son varios, ahora soy yo la que atravesada en la mitad de la calle detiene a los de atrás mío y a los de mi izquierda. Con eufonía suenan y suenan la bocinas…acelero y paso… ¡uf!
“Uno y uno”, hija, cuando manejes aprende que debes ceder el paso.
Acaso a toda esta gente no le enseñaron eso, es simple y fácil, solo dejo pasar uno y el tráfico fluye.
Porque en la vida nos olvidamos de esta regla tan sencilla, queremos ser siempre los primeros en cruzar por la luz verde sin mirar a los de más, queremos ver por nosotros, por uno. Y allí están los que nos rodean, esperando, deseando que por un momento que los volteen a ver y les sedan el paso.
La educación tiene un componente importante de amabilidad o, por ser algo más descriptiva y menos detallada, un elemento que le pudiéramos llamar "hacer sentir bien al otro".
Otro sinónimo de buena educación es la cortesía, cosa cada vez menos vista esta gran virtud, La gente ha olvidado y perdido estos valores que alguna vez existieron, el hecho de pensar en el bienestar de los demás, hoy en día denota debilidad, no puedo como ser humano mostrarme de esa manera. No importa cuanta gente quede a un lado, la idea es mirar al frente y seguir, nunca ceder el paso
Y sí, sí, queda gente educada, que aún se asegura de no tapar el paso de quien va a su lado e intenta de alguna manera respetarlo, considerarlo y mide el tiempo de los demás con el mismo valor que el propio.
Desafortunadamente, este tipo de gente puede ser confundida con muchas personas presuntamente bien educadas, que, con la sonrisa en los labios y sin perder ni las formas ni la compostura, son capaces de las conductas más repudiables, como acelerar y continuar.
Es solo intentar llevar en la vida una cosa tan sencilla, como respetar y ceder, recibir y corresponder, todo en una exacta medida “uno y uno”.
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